lunes, 25 de febrero de 2008

No es una carrera!!!!!



Aquél día en el que transcurrió la multitudinaria marcha en contra de las FARC, decidí permanecer en mi sitio de trabajo y hacer caso omiso de lo que sucedía por las calles de Colombia, la razón para tal posición no tenía que ver con mi repudio a los actos violentos e inhumanos a los cuales nos tienen acostumbrados las FARC, no, tenía que ver con que no podía asumir una posición unidireccional en relación a la compleja problemática del conflicto colombiano, como si quisiera asumir que el único problema del que goza Colombia es el parásito de las FARC o si quisiera pensar que las FARC carecen de un carácter político, o si pretendiera asumir que los 150 años de historia que cultivan la violencia Colombiana fueran años vagos e insulsos. No podía caer en el genial juego mediático propuesto por la artillería Uribista. No!!! yo aún gozo de dignidad!!!. Hoy, algunos sensatos y otros no tanto, intentando equilibrar las cargas, convocan a la marcha contra los crímenes paramilitares y otras formas de violencia, a la cual tampoco puedo ir, no porque no repudie los atroces crímenes de lesa humanidad cometidos por las fuerzas paramilitares, o la condescendiente ley de justicia y paz que los favorece, es precisamente por lo contrario, es porque me cuesta soportarlos, me cuesta soportar la aprobación tácita otorgada por una gran mayoría de los asistentes a la otra marcha, me cuesta soportar al filósofo J.O. Gaviria y los secuaces de Ralito, me cuesta soportar que la cruda polarización maquiavelicamente diseñada por las bambalinas Uribistas reciba un nuevo triunfo. Si miramos precisamente nuestro últimos 150 años encontramos que nuestras muertes y sus diversas formas se sustentan precisamente en las radicales diferencias, que mejor manera de alimentar una guerra que enseñarnos a no soportarnos los unos a los otros, no es solo nuestra historia, es la historia de la humanidad, no puedo salir a la calle a sacarle la lengua a los de la anterior marcha, no puedo alimentar el sentido revanchista, no puedo pretender que con una marcha equilibraré las cargas, las cargas no son equilibrables, no puedo justificar la posición unidireccional, no puedo hacerlo porque las marchas no sirven para nada, mas si sirven a muchos, a los que pueden convertirlas en actos proselitistas y plataformas hacia el poder, no puedo caer en el circulo vicioso de la guerra y el derramamiento de sangre. No!!! yo aún gozo de dignidad!!!

martes, 12 de febrero de 2008

Éxito Mediático


Harán ya unas semanas cuando considerada como un desacierto por parte del señor presidente Álvaro Uribe Vélez el haber inmiscuido al presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías como mediador del acuerdo humanitario, esto por diferentes razones: 1. la posibilidad de ampliar y fortalecer un proyecto político que va en completa contravía al de la institución y poder colombiano, 2. el tinte sensacionalista y publicitario que se le dio a un problema de tanta delicadeza como la situación humanitaria de los secuestrados, 3. el dar rienda suelta a un tire y afloje grotesco y anti-diplomático protagonizado por las declaraciones presidenciales. Hoy en día me encuentro completamente anonadado por el giro de opinión logrado a raíz de todo este proceso, a tal punto de considerar dicho involucramiento como una medida fríamente calculada, meditada y ejecutada en función de la homogeneización de conceptos y de criterios. El señor presidente Uribe logro obtener resultados que, creo yo, eran inimaginables incluso para su asesor presidencial y amigo José Obdulio Gaviria. Todo este manejo mediático logro convertir el conflicto colombiano en un asunto pasional, es decir, rebajo la complejidad histórica y cruda de una confrontación plagada de tierra, sangre, traiciones y lágrimas a un actuar pasional y satánico por parte de un grupo “terrorista” cuya “única” intensión es sembrar el terror. Esto es tan grave como triste. El actuar político de las FARC y el discurso populista del señor Hugo Chávez han fortalecido y potenciado a un nivel escandaloso la simplificación del problema colombiano, evidentemente estos son los grandes perdedores de la justa, y perdedores bien merecidos, al señor presidente de Venezuela le costo la imprudencia de tratar este asunto de una manera tan olímpica y a las FARC se les saco cuenta de cobro por sus atrocidades, injusticias e inhumanismos. Pero dentro de el grupo de perdedores encontramos tres justos por pecadores, la senadora Piedad Córdoba, quien ingenuamente cayo inmiscuida en un turbulento “complot” que no podía llegar a sospechar y hoy es quizás el personaje menos querido, después de Hugo Chávez, en Colombia; la opinión pública que sencillamente respondió cual cordero adiestrado ratificando el éxito rotundo de la milicia mediática institucionalista y la paz quien aporreada sencillamente tendrá que seguir soportando los embates de una seguridad democrática fortalecida y bien financiada. Por aquí en Colombia, la paz es lo que menos se añora.

Traidor a la Patria


En el año 52 Laureano Gómez, presidente conservador, propone hacerle una reforma a la Constitución, y todo aquél que no la acate será conside­rado "traidor a la patria".

(Son delitos de traición a la patria: "el menosca­bo de la integridad nacional, hostilidad militar, traición diplomática, instigación a la guerra, atentados contra hitos fronterizos, actos contrarios a la defensa de la Nación, entre otros". El Tiempo, jueves 22 de mayo de 2003).

Para ese entonces Eduardo Caballero Escribió el siguiente texto. Para algunos como yo la vigencia de este texto esta presente.

TRAIDOR A LA PATRIA

De antemano me declaro traidor a la patria, a una patria a la cual ya traicionó mi padre, cuando se levantó en armas contra el decadente gobierno de la Regeneración en I899. Soy traidor a una patria a la cual ya habían traicionado mis tíos y abuelos en la segunda mitad del siglo pasado, cuando armaron guerrillas contra los gobiernos despóticos que por entonces la devastaban, aunque cuando todavía no osaran confundirse con ella. Soy traidor a una patria contra la cual levantó el puñal un pariente mío en la nefanda noche de septiembre, porque se resistió a aceptar que aún el propio Libertador fuera la patria. Soy traidor a la patria desde el día en que Ignacio Sanz de Tejada luchaba en Roma, como primer enviado de Bolívar, para convencer al Santo Padre de que la patria no era Fernando VII. Soy traidor a la patria desde mucho antes, cuando por libertarla de un gobierno despótico y extraño, Mariño y Soler entregó en Boyacá sus hombres y su hacienda al ejército que venía de los Llanos para luchar en el Pantano de Vargas. y cuando murió de un lanzazo en San Mateo José Miguel Calderón, otro traidor entre tantos otros de quienes por fortuna desciendo.

Pertenezco a una familia de delincuentes y traidores, cuya voz se dejó oír por primera vez en la Plaza Mayor de Santa Fe de Bogotá, cuando Acevedo y Gómez, de mi misma sangre traidora, invitó al pueblo de la Nueva Granada a que se levantara contra los gobiernos de España. Detrás de mí y en torno mío, en mi desgraciada familia, no veo sino traidores. Soy traidor por la cabeza de mi padre y por el corazón de mi madre; un traidor por los cuatro costados, por las cuatro ramas de mis abuelos, y es tal mi obcecación que todavía no soy capaz de renegar de Acevedo y Gómez, de José Miguel Calderón, de Mariño y Soler, de Ignacio Sanz de Tejada, de Vargas Tejada y de Lucas Caballero. A sus traiciones las llamaron patriotismo en I8IO, heroísmo en I82I, insensatez en I8]0, radicalismo en I850, liberalismo en I899. Y va tan adelante y tan lejos este espíritu traidor que me hierve en la sangre, que mi único deseo es que mis hijos sean traidores como ya lo es y se declara de antemano su padre, y como lo fueron sus abuelos y esa taifa de traidores que entregaron su inteligencia, su corazón, su fortuna y su sangre a esa traición imperdonable que es el amor a la libertad, al cual se ha entregado mi familia.

Y que esta declaración sirva de cabeza de proceso algún día, para enjuiciar a este escritor que no está dispuesto, ni en Colombia ni fuera de ella, a quebrar su pluma para complacer a quienes abusivamente quieren identificarse con la patria.

Eduardo Caballero